Me encuentro ordenando mi cuarto y el estudio, guardando los materiales que usé durante el semestre. Haciendo notas de cómo organizar mis horas para sacarles más provecho. Atesorando los conocimientos y dejando los libros a la mano para cuando se presenten las dudas. Transcribiendo los apuntes en archivos de referencia escuchando mis propias palabras yéndose al olvido.

Siempre viví horrorizado de crecer. De cómo sería mi vida cuando se volviera más que monótona en un ciclo interminable de cosas cotidianas, que aún cuando fuese espontáneo y vivaz, esa misma tendencia sería parte de la monotonía.

He concluido mis estudios universitarios. Los recuerdos no me aquejan y la alegría o tristeza que debería sentir por alcanzar una meta o pasar esta etapa, es distante. Tengo trabajo, varios proyectos, viajes, un mundo de ideas; tengo familia, grandes y buenos amigos, personas que me aprecian y a pesar de todo… me siento vacío.

Aquí me encuentro, en la frontera de ese cambio… con ganas de vivir pero no de seguir adelante. Viviendo un caos interno, con las emociones como una tormenta del océano durante la cual me mantengo a flote pero sin brújula para buscar tierra firme.

Pero entre tanta confusión… me doy cuenta que sólo me haces falta tú. Que es porque no estás aquí por lo que me siento miserable. Que fue por tu presencia o por el hecho que me abandonaste que me percaté de distintas cosas, que cambié mi forma de vivir. Que anhelo tus inusuales y poco frecuentes abrazos. Que deseo tu miraba, tu sonrisa, tus cálidos besos. Que me haces falta, pero que sin ti, he logrado tantas cosas. Por dejar de pensarte, ocupé mi tiempo. Para no necesitarte, encontré compañía. Para sentirme fuerte, entrené mi cuerpo. Para transformarte en ideas, me volví creativo. Para sentir nuevamente, me inyecté dosis de adrenalina. Y para ser yo mismo, sucumbí ante la pasión de la demencia… Que no soy feliz, pero sí mejor…

Sin embargo… siempre te extrañaré… mi querida cordura…

R01 out…